domingo, 26 de marzo de 2017

Rastreando lobos




Entrada dedicada a todos los voluntarios del Censo del Lobo Ibérico y a los vecinos de Solana del Pino.
En este relato se trata: el rastreo de lobos, la orientación utilizando el sol y las estrellas, la caza furtiva y las profesiones.


RASTREANDO LOBOS
Los niños llegaron a su aula, la vieron y se quedaron indecisos en el umbral de la puerta sin atreverse a entrar. Cristina apareció dos minutos después.
—Señorita, ahí dentro hay una chica muy diferente —avisó TAREK a su maestra.
— ¿Ah, sí? Muy diferente, ¿por qué?
— ¡Caray, seño!, porque está en clase pero no es pequeña como nosotros ni tampoco es una señorita de este colegio —le aclararon SUSI y LAIA.
—Tiene unos ojos muy grandes y bonitos y nos ha sonreído como sonríen las personas simpáticas. —La describió AURORA.
—Vaya, vaya… así que es joven y guapa. —Dedujo Cristina—. Entre todos le habéis hecho un buen escaneo, ¿eh?
—No es eso…, es que los agentes especiales somos muy observadores —se defendió SUSANA.   

Ariadna

— ¡Ya! Vamos a conocerla. Entrad en clase —les pidió la maestra—. Buenos días. Tú debes de ser la compañera de Antonio, ¿verdad?
—Sí, soy Ariadna. Estoy en el grupo como bióloga.
— ¿Ves, seño? ¿A que es muy diferente?, nosotras nunca habíamos oído ese nombre — aseguraron BLANCA y SUSI.
—Es el nombre de una princesa griega—dijo Ariadna con aire de misterio—.  Seguro que no conocéis la historia de Ariadna y Teseo, el chico que entró en el laberinto del Minotauro. —Los niños negaron con la cabeza—. Entonces, os la contaré luego. Podéis llamarme Ari, es como me llaman mis amigos.
—Ari, explícales por qué has venido.
—Ya sabéis que al norte del río Duero viven algunos lobos; en cambio, al sur quedan muy pocos o ninguno. Si queremos protegerlos, es necesario averiguar cuántos hay, y para censarlos, se han formado grupos de voluntarios en toda España. (Censo del Lobo Ibérico - Voluntariado nacional)
— ¿Qué es censarlos? —La interrumpió IKER.
—Censar es contar. Antonio me ha dicho que sois los agentes especiales del Comando Lobo y que, seguramente, os apuntaríais aunque la tarea sea difícil.
—No hay problema. Nosotros contamos de maravilla, y sumamos, restamos y multiplicamos. ¿A que sí, señorita? —dijo ISABELLA.


—Bueno…, pero esto es más complicado que contar. Ellos necesitan rastreadores —especificó Cristina.
—Resulta casi imposible ver al lobo porque teme a los hombres y se esconde. Sabe que los cazadores lo matan si lo encuentran —explicó Ariadna.
— ¿Cómo vamos a contarlos si no los vemos? —preguntó SOFÍA desconcertada.
—Ahí está la dificultad: primero hay que detectar su existencia a través de marcas; después, si hay suerte, quizá lograremos verlos o grabarlos con alguna cámara.
—Es como ser detectives y buscar pistas, ¿no? Huellas, pelo… —Adivinó JAIME.
—Exacto. También, marcan sus territorios con rascaduras, cacas y orina.
— ¡Qué guarrada! —exclamó JULIA con cara de asco —. ¿Por qué hacen eso? —Quiso saber, luego, interesada siempre en llegar al fondo de los asuntos.
—El olfato de los lobos es mucho mejor que el nuestro y, como ellos no tienen móvil ni WhatsApp, ni Facebook, ni Telegram, dejan mensajes en forma de olor. Es su forma de decir: «Aquí vive un lobo. Cuidadito, si te metes en mi territorio» o «Soy una loba que busca pareja».
—Nosotros encontramos a Rayo, un lobo atrapado en un cepo, porque aullaba —Recordó CÉSAR.
—Sí, es otro indicio de la presencia de lobos, aunque algunos perros también aúllan. Otras pistas son: los restos de caza, los cubiles donde crían a sus cachorros y los sitios donde se encaman. Ya os he advertido de que no será un trabajito fácil.
—Pues nosotros te advertimos a ti de que tenemos muy buena vista y de que sabemos investigar en modo ninja que es en modo silencio total para que no nos descubran —la informó LAIA de carrerilla muy orgullosa de su técnica—. ¿No te das cuenta de que estás hablando con los agentes especiales del Comando Lobo? —Ariadna y Cristina se echaron a reír. 


—En ese caso, avisaremos a vuestros padres porque pasaremos una semana en Solana del Pino rastreando lobos por sierra Madrona —dijo Cristina. Al instante, la emoción contenida de los niños se desbordó y saltaban de alegría ante la idea de una nueva aventura.
— ¡Entonces, no tendremos clase! — pensó en voz alta DALILA dando palmas.
— ¿Cómo que no tendremos clase? ¡Claro que sí, nos la llevamos al campo! Sin daros cuenta estudiaréis: Astronomía, Biología, Geografía, Historia…
—Seño, para… que nos vamos a cansar antes de salir —suplicó IVÁN en broma.
—Atendedme un momento, por favor —pidió Ariadna—.  Aquí os dejo una lista con el material necesario. No importa si no conseguís prismáticos o calibre para medir, ya os los prestaremos. Sobre todo, no olvidéis vuestro cuaderno de campo —les recordó antes de despedirse y marcharse. Cristina les dio la tarde libre para que prepararan las mochilas y quedaron al día siguiente a la puerta del colegio.


 Aunque eran las siete de la mañana, habían llegado puntuales y esperaban impacientes a que pasaran a recogerlos. Un autobús de dos plantas de un color anaranjado rabioso entró en la plaza armando ruido y aparcó delante del colegio. Tan pronto se abrieron las puertas, bajaron Ariadna y Antonio.
— ¡Buenos días, Comando Lobo! Me alegro de veros tan despiertos —los saludó Antonio. Tras los besos y los abrazos, les dijo—: Prestadme atención que empezaremos aquí y ahora el entrenamiento. Para ser rastreador es importante entender los mapas y saber orientarse, de lo contrario, es fácil perderse en el campo. 
Ariadna les entregó un mapa de la ruta que iban a seguir desde Roquetas hasta su destino en Solana del Pino.
—En los mapas hay un símbolo que indica los puntos cardinales: norte, sur, este y oeste. Para que vosotros sepáis qué camino tomar, debéis colocar el norte del mapa en la misma dirección que el norte de la Tierra. ¿Cómo se sabe dónde está el norte?
—Con un aparato que se llama brújula. La señorita Cristina nos lo explicó en clase —contestó TAREK.
—Sí, señor, pero el sol nos chivará un truquillo para cuando no tengáis brújula.  Grabadlo bien en vuestra memoria de agente especial. Mirad: está amaneciendo. Si ponéis los brazos en cruz con la mano derecha señalando a la salida del sol, ahí tenéis el este; la mano izquierda, indica el oeste que es por donde se pone el sol; delante de vosotros está el norte, y a vuestra espalda, el sur. 


— ¡Anda, qué truco más sencillo! Entonces, pongo el mapa, así, ¿no? —preguntó  ELENA alineando el norte del mapa con el norte de la Tierra.
—Perfecto. Acercaos, necesito pediros un favor —susurró Antonio—. ¿Podéis ayudarme a guiar al conductor del autobús? Es que nunca ha viajado hasta Solana del Pino y si se equivoca de carretera… acabaremos en cualquier otro pueblo.
—No te preocupes, Antonio. Lo vigilaremos de cerca, tan de cerca que me voy a sentar detrás de él y voy a comprobar la dirección y las ciudades por las que pasamos no sea que se despiste —dijo LAURA muy decidida.
—Ja, ja, ja —se reía Antonio—. No hace falta que le hagas un marcaje tan corto, a ver si lo pones nervioso.  Pero está bien la idea: cada media hora, dos de vosotros pasáis a primera fila. Eso sí, no molestéis al conductor, avisadme a mí si se desvía de la ruta.
Salvo los dos compañeros que estaban de guardia, los demás se habían acomodado en el segundo piso del autobús que tenía mejores vistas. Iban entretenidos hablando de sus cosas y, al mismo tiempo, fijándose en los paisajes y las ciudades que atravesaban. No querían acabar en mitad de Sevilla pues allí no hay lobos que rastrear. 

Contemplando Solana del Pino

Se dirigieron al oeste, entraron en la provincia de Granada; luego giraron hacia el norte para atravesar Jaén; a continuación, Ciudad Real y, finalmente, llegaron a Solana del Pino. Por el camino, habían recogido a otros voluntarios que también iban a participar en el censo: Manuel, Vero, José, Kike, Silvia, Juan, Sara…. Por suerte, eran muchas las personas interesadas en el lobo y formaban un equipo multidisciplinar/de muy variadas profesiones: biólogos, ingenieros forestales, fotógrafos, militares, periodistas, veterinarios, maestras, enfermeras, publicistas, cocineros, guardas de bosque, escritores…


 La tarde transcurrió entre preparativos: primero, formaron grupos en los que había especialistas en rastreo junto con personas inexpertas; a continuación, marcaron las zonas que exploraría cada uno sobre un mapa; y, finalmente,  Antonio y Ariadna dieron una pequeña charla sobre las distintas marcas que deja el lobo y cómo diferenciarlas de las de otros animales.
Cuando terminaron y salieron a la calle ya casi anochecía. La temperatura era deliciosa y Julita y Paloma, unas vecinas encantadoras, se ofrecieron a enseñarles el pueblo. Solana se encuentra al sur de sierra Morena, en el valle de los ríos Montoro y Robledillo, rodeada de dehesas, campos de labor y bosques mediterráneos; así que, contemplando aquel panorama, era fácil imaginar lobos corriendo por los peñascales.  Los voluntarios cenaron juntos, charlaron, compartieron preocupaciones por el lobo, pero también hubo tiempo para bromear y divertirse un rato y estrechar amistades.  


Al día siguiente, CAROLINA abrió los ojos y se quedó mirando aquella habitación desconocida, después recordó que estaba en Solana del Pino y se levantó como si la cama tuviera un muelle y la hubiera lanzado por los aires.
— ¡Chicos, arriba, arriba! ¡Que hoy empieza la misión! —gritaba CAROLINA despertando a sus compañeros.
En pocos minutos el Comando Lobo estaba preparado para la acción y en la calle donde se iban reuniendo los demás rastreadores. 


—A ver, chavales, ¿quién es bueno con los mapas? —preguntó Manuel—. ¿A quién se le dan bien las mediciones? Y también necesitamos a alguien que tenga buena letra para anotar los datos. —Se levantaron muchísimas manos pues los agentes especiales son especiales porque saben de todo. De modo que, no hubo problemas a la hora de repartir las tareas. 


—Está amaneciendo. Fijaos bien en qué lugar está el sol para orientaros. —Les recordó Cristina—. Mirad el mapa y el paisaje para reconocerlo.
—Este mapa tiene demasiados bichos raros aquí dentro —murmuró NORA confundida—. Yo creo que es un mapa para perderse, no para encontrarse…
—Ja, Ja, ja —Se reía Antonio—. Algo de razón llevas, es que es un mapa topográfico, pero ya te acostumbrarás. Ven conmigo y te iré explicando qué es cada cosa sobre el terreno. ¡Vámonos! 

Amanecer
 Los miembros del Comando Lobo se repartieron en dos grupos.  SUSI, TAREK, BLANCA, ISABELLA, JAIME, CÉSAR, DALILA, LAURA, ELENA, NORA,  DAVID, VÍCTOR y JAZZMIN iban con Antonio, Ariadna y su husky, Inuki. IVÁN, JULIO, CAROLINA, ÁLEX, ALBERTO, AMIR, VICTORIA, JULIA, SOFÍA, IKER, SUSANA, AURORA y ERICK se marcharon con Cristina, Manuel y su perrita, Xana. En las mañanas de primavera, el coro de pájaros que cantan desde la aurora es un regalo para los oídos y los niños escuchaban sorprendidos la variedad de trinos y melodías. Participaban en el concierto: ruiseñores, petirrojos, alondras, pinzones, mirlos...

Ariadna con Inuki

— ¡He encontrado un SMS lobuno! —anunció de pronto JAZZMIN la mar de contenta.
— ¿Qué dices, JAZZMIN? —preguntó DAVID sorprendido al escuchar «SMS lobuno».
—Digo que aquí hay un SMS. ¿No explicó Antonio que las cacas son como mensajes que se dejan los animales? Pues aquí hay uno y bien largo, ja, ja, ja.
—Xana, tú que entiendes el idioma de los perros, ¿sabes qué dice este mensaje? —le preguntó VÍCTOR muy serio a la perra, pero Xana lo husmeó y se fue sin hacerle caso. No era un mensaje para ella. Inuki, en cambio, lo meó para dejar un recuerdo de que había pasado por allí.

 
Manuel y Xana
Tras examinar el excremento, Manuel les explicó que era de zorro por su tamaño y forma. Siguieron explorando por aquella pista forestal muy atentos a cualquier indicio. El otro grupo, había bajado hasta el curso de un arroyo y andaban fijándose en las huellas marcadas en la arena fina de la orilla.
— ¡Ari, ven! ¡Aquí hay una huella! —exclamó ÁLEX satisfecho de ser el primero en encontrar un rastro.
—Debe de ser de un gato montés. Los gatos llevan las uñas escondidas y no las marcan cuando dejan huella. Por contra, los lobos, los perros y los zorros no tienen uñas retráctiles y las dejan marcadas en suelos blandos como este. La huella es muy profunda y definida, pero no hay señales de uñas, seguro que es de un felino.
—Pues estas sí que tienen marcadas las uñas— dijo AMIR unos metros más allá.
—Tampoco es de lobo. Fijaos en la forma y posición de las almohadillas y en las uñas, son demasiado afiladas —les explicó Ariadna—. Esta huella es de un animal más pequeño, un tejón. 
 
El tejón deja las uñas marcadas en su huella
Antonio les enseñó una fotografía con distintas huellas para que pudieran comparar. Muchos animales se acercaban a beber al río durante la noche, por ese motivo, en aquella playa arenosa, identificaron rastros de jabalíes, ciervos, zorros…, pero ninguna de lobo.
En los días siguientes trabajaron muy duro, aprendieron a distinguir rastros, excrementos, rascaduras y otros indicios de actividad; sin embargo, no había señales de su animal favorito. 
 
Antonio tomando fotografías en Solana del Pino
—Es una pena que no encontremos lobos. Esta investigación no servirá de nada —se lamentó ERICK con una mueca de contrariedad muy graciosa.
— ¡Claro que servirá! Si no hay lobos, servirá para pedir que se reintroduzcan porque es una vergüenza que los hayan extinguido. Y si encontráramos alguno, servirá para exigir con más energía que lo protejan debidamente porque hay poquísimos. ¡Que nadie se rinda, ¿eh?! —los animó Manuel.
—No nos estamos rindiendo, estamos enfadados porque el monte está lleno de cabras, ciervos, jabalíes y toda clase de bichos menos lobos —aclaró ALBERTO con un gesto que abarcaba toda la montaña que tenía en frente. 

Un lugar tan favorable y ni un lobo...
Siguieron explorando aquellas montañas desde el amanecer hasta la puesta de sol. Se internaron en los parajes más recónditos. Vestidos con sus trajes de camuflaje, se deslizaban sigilosos como los ninjas, iban atentos a cualquier pista como un buen investigador, tomando nota en su cuaderno de campo de cada hallazgo, hasta que una tarde…
—Manuel, me parece que este WhatsApp podría ser de un lobo —dijo IKER y SUSANA añadió—: Fíjate: es grande, tiene restos de pelo de algún animal que se ha comido y está en lo alto de una roca como avisando a todos de que aquí vive un lobo.
— ¡Caramba! Creo que esta vez sí que hemos encontrado una caca de lobo. Medidla, dibujadla y la embolsaremos para que la analicen en el laboratorio. No olvidéis poner la fecha y el lugar.

Manuel fotografiando SMS lobunos
Aunque oscurecía rápidamente, estaban tan contentos con este hallazgo que se animaron a investigar un poco más la zona.
—Me parece que tenemos algo… —anunciaron al cabo de un ratito LAIA y ALBERTO—: es un rastro.
Cristina y Ariadna se acercaron a comprobar aquellas huellas con cuidado para no estropearlas, Antonio y Manuel también las examinaron, y los chicos. Todos estaban de acuerdo en que eran bastante claras como para sospechar que pudieran ser de lobo puesto que en esa zona nunca se habían visto perros. ¡Qué emoción! Por fin había esperanzas.
Ya había caído la noche y como si, en alguna parte, un lobo tuviera telepatía con ellos y conociera sus pensamientos aulló. Fue un aullido largo, sonaba lejano, pero a todos les pareció que el lobo se alegraba de tener tantos amigos en su valle. 


Un disparo destrozó la magia del momento, y la preocupación y el miedo por la vida del lobo se instalaron en el corazón de todos.
—Estaos quietos y callados —ordenó Manuel—. No es época de caza, seguro que son cazadores furtivos y esos son capaces de cualquier salvajada.
—Estamos en peligro —advirtió Cristina—. Es mejor buscar un refugio porque, en la oscuridad, nos pueden pegar un tiro si ven algo que se mueve.
—Antes hemos dejado atrás una cueva —recordó Ari—. Podemos resguardar a los niños allí. 
—Bien pensado. Está al norte. Llevaos la brújula —dijo Antonio.
Al abrir la mochila, un nuevo disparo lo sobresaltó, la brújula le cayó de las manos y se hizo añicos. Todos miraron con desolación los pequeños cristales brillando en el suelo. La situación empeoraba por momentos.
—La estrella Polar señala el norte, nos orientaremos por ella —propuso Cristina.
— ¡Qué chicas más listas hay en esta expedición! —Pensó Antonio.
Las estrellas brillan espléndidas en el limpio cielo de Solana. Buscaron la constelación de la Osa Mayor; luego, la Osa Menor y, una vez supieron cuál era la estrella Polar, se pusieron en camino. Aunque la cueva no se encontraba muy lejos, el camino les resultó muy penoso a oscuras, sobre todo, porque seguían escuchando tiros y existía el riesgo de que los hiriera una bala perdida. 

 
Fotografía: http://nuevaweb.apavallesanchinarro.es/wp-content/uploads/2014/10/Estrella_Polar.jpeg

Una vez a salvo, intentaron llamar al SEPRONA para que fuera en busca de los cazadores, pero en el interior de la cueva no había cobertura, ni siquiera a la entrada. Antonio y Manuel decidieron escalar un roquedo cercano por si, desde aquella altura, se recibía señal. Cristina, Ariadna y los chicos se adentraron en la cueva, mientras, IVÁN y JULIO vigilaban a la entrada.
Al cabo de unos quince minutos, distinguieron en la oscuridad las figuras borrosas de dos hombres que avanzaban hacia ellos. JULIO iba a llamarlos pensando que eran Antonio y Manuel que regresaban. De repente, IVÁN le tapó la boca y lo tiró al suelo.
—No digas nada, JULIO —le susurró al oído—. No son Antonio y Manuel. He visto la silueta de los rifles. Son los cazadores.
Se arrastraron como serpientes hacia el interior de la cueva y avisaron a los demás. Rápidamente, todos se escondieron al fondo, detrás de las rocas y entre las grietas. Los furtivos se detuvieron al llegar a su altura.
— ¿Por qué no nos quedamos un par de días más a ver si conseguimos matar a ese lobo? Aunque la pieza que nos llevamos a Madrid no está nada mal para…—El cazador dejó la frase a medias y miró hacia el interior de la cueva— Me ha parecido oír algo. 


Los niños se encogieron y dejaron de respirar. Veían a los cazadores con los rifles recortados contra el cielo débilmente iluminado por la luna. De forma inesperada, algo pasó volando a ras de la cabeza del hombre y lo sobresaltó.
— ¡Malditos murciélagos! ¡Qué susto me han dado! ¡Voy a pegarles tiros hasta que no quede ni uno en la cueva! —chilló furioso. No le dio tiempo. Antonio y Manuel estaban de vuelta y, al escucharlos, se les echaron encima y los derribaron. Puñetazos, patadas y gritos estremecían a todas las criaturas del valle. De pronto, se callaron en seco. Cristina y Ariadna los encañonaban con los rifles que habían perdido durante la pelea. Una vez tomado el control, los agentes especiales del Comando Lobo los ataron de pies y manos.
¡Qué nervios habían pasado! Y qué contentos estaban de haber atrapado a aquellos dos sinvergüenzas que mataban de forma ilegal. Ahora venía lo peor: descubrir qué llevaban en el saco.
— ¿Y si es nuestro lobo? —preguntó con un hilo de voz JULIA. La angustia de todos era tremenda. Antonio abrió con lentitud el saco, como sin ganas, porque hubiera lo que hubiera, se llevarían un disgusto.
—No es un lobo —dijo para alivio de todos; sin embargo, el tono de voz era de un profundo pesar—. Es peor, hay un lince y un gato montés —A Antonio se le llenaron los ojos de lágrimas. Nunca lo habían visto llorar, pero aquella matanza no era para menos.
— ¡Serán desgraciados! —gritó con rabia ÁLEX—. Matar a un animal en peligro de extinción… Me dan ganas de tirarles piedras a esas cabezotas tan huecas.
—No, no lo hagas. Es mejor que un juez los condene a pagar una multa que los arruine y a unos añitos de prisión para que reflexionen. ¡Déjalos que sufran un poco, hombre!
Los chicos estaban furiosos y tristes a partes iguales. Para distraerlos, Ariadna decidió contarles la historia de Teseo en el laberinto del Minotauro. Con el paso de las horas, empezaron a relajarse y a sentirse muy cansados.
—Nos quedaremos aquí hasta mañana porque no hemos podido avisar a nadie, y sin brújula y a oscuras… es mejor esperar hasta el amanecer. Total, ya falta poco. Intentad dormir. Contad ovejitas o, mejor, lobos —les sugirió Antonio.
—Una cosa o la otra, porque si viene el lobo y se encuentra a las ovejas, se las zampará, ja, ja, ja —comentó AURORA—. Y primero tendremos que sumar ovejas y, luego, restarlas — añadió ISABELLA entre risas. 


Muchas ovejas que contar: una, dos, tres...
—Me gustan las ovejas. No quiero que se las coma —se quejó SOFÍA con enfado—. Cuando no puedo dormir, papá me dice que cuente ovejas saltando una valla, pero así no me duermo porque unas ovejas quieren saltar y otras no, se ponen de espaldas y se hacen las despistadas. Como no se dejan contar, entonces imagino que me meto en el rebaño, cojo un corderito y me tumbo con él sobre la paja nueva. Es tan suave que lo acaricio y lo abrazo y, entonces —balbuceó mientras bostezaba—, viendo la carita tan dulce del corderito, me quedo… —Ya no terminó la frase. Se había dormido. 

Dulces sueños en compañía del corderito
Poco a poco, a casi todos les venció el sueño. Solo quienes hacían guardia vigilando a los furtivos se mantenían bien despiertos.  Las horas pasaban con lentitud y, en el silencio de la noche, se escuchaban, de vez en cuando, sonidos de distintos animales: el ulular de un cárabo, una pelea de zorros, el ladrido de los corzos… Y entre todas aquellas voces, casi al alba, oyeron de nuevo el aullido del lobo.
— ¡Está aquí, el lobo está aquí! ¡Despertaos, escuchad! —Los llamó a gritos CÉSAR.
La excitación era máxima, se agolparon a la entrada de la cueva y afinaron el oído. No había ninguna duda, eran lobos. Posiblemente, dos. 

Manuel contesta al lobo con un aullido

— ¿Dónde están? —preguntó ERICK mirando al valle  por si lograba avistarlos.
Para orientarse, los niños miraron el resplandor del sol que empezaba a asomar por el este.
—Parece que los aullidos vienen del sur —afirmó con total seguridad CAROLINA señalando en aquella dirección.
Aunque nada les apetecía más que seguir explorando, tuvieron que volver a Solana donde entregaron a los maleantes a la Guardia Civil. Se tomaron un día de descanso para dormir, bañarse en la piscina y comer. Miguel Ángel les había preparado un buen banquete porque decía que tenían que reponer fuerzas para seguir buscando a los lobos. 

¿Dónde estarán los lobos?

Dos días después, volvían a estar en el paraje donde escucharon los aullidos. Más entusiasmados que nunca los pequeños espías ponían los cinco sentidos intentando detectar el más mínimo detalle de la presencia lobuna. Registrar toda una montaña era una tarea tremenda.
—Quizá los disparos de los cazadores los asustaron y se han marchado, y por eso no encontramos nuevas pistas —comentaban LAURA y NORA.
— ¿Ah, sí? —preguntó en tono burlón JAIME invitándolas a mirar por el objetivo que Antonio le había dejado hacía un rato—. Y esos dos, ¿qué son?, ¿chuchos pulgosos? —LAURA  y NORA se acercaron y miraron en la dirección señalada. 
—¡¡¡Sí, sí, síííí…!!! Por fin. ¡Es una pareja de lobos! —anunciaron sin gritar para que los animales no las oyeran. 
—Déjadme ver... Sí, chavales, son lobos —confirmó Antonio—. Esperad…, hay más…, veo un cubil…, a la entrada hay un cachorro.

Lobos en Solana del Pino
— ¿Vamos hasta allí para verlos mejor? —preguntaron emocionadas BLANCA y DALILA.
—Ni hablar. Si los molestamos, se marcharán —les advirtió DAVID con muy buen criterio—. Nunca debemos acercarnos a los lugares de cría ni a los sitios donde se alimentan.
Un estallido de alegría revolucionó a los agentes especiales del Comando Lobo, a los compañeros del Censo del Lobo Ibérico y, también, a los vecinos de Solana del Pino. Dicen que la alegría es contagiosa, y será verdad porque los solaneros, gente acogedora como ninguna, organizó una fiesta por todo lo alto. No solo tenía la suerte de estar en un entorno precioso sino que contaba con el mejor representante de la naturaleza salvaje: el lobo. 

Manuel colocando cámaras de fototrampeo
En los días siguientes, los expertos empezaron a trabajar: Ariadna tomó muestras para analizarlas en el laboratorio de la Universidad, Antonio y Cristina redactaron informes, Manuel colocó cámaras de fototrampeo…, cada voluntario del censo colaboraba según su profesión y especialidad y los agentes del Comando Lobo los ayudaban recordando detalles y aportando los datos que habían anotado en sus cuadernos de campo.
—Seño, cuando regresemos a Roquetas, podríamos jugar a periodistas y explicar esta misión a los compañeros del cole —. Propuso ELENA—. Ahora, sabemos mucho…
— ¡Un micrófono te voy a regalar yo a ti para que des las noticias! Ja, ja, ja, pero me encanta tu propuesta.
El Comando Lobo ya tiene otra misión: dar a conocer los resultados del censo de lobos ibéricos y divulgar su importancia en los ecosistemas.
Dando una conferencia sobre el lobo a sus compañeros del cole
**************


Las fotografías de Solana del Pino y de sierra Madrona han sido cedidas amablemente por los vecinos de Solana y por Antonio y Manuel.  Gracias a todos.

*************


Si en los libros de texto que utilizáis se colocan frente al sol para orientarse, canviad el texto del relato por el siguiente:
—Sí, señor. Pero cuando no tenemos una brújula a mano, el sol nos chivará un truquillo. Mirad: ahora, está amaneciendo. Poneos de cara al sol con los brazos en cruz. Recordad esto en vuestra memoria de agente especial: delante de vosotros, por donde sale el sol, es el este; a vuestra espalda está el oeste, que es por donde se pondrá el sol; vuestra mano derecha, marca el sur; y la mano izquierda, el norte.


© Reservados todos los derechos.  


No hay comentarios:

Publicar un comentario